Llevo un mes bastante
liado de trabajo y no me dio tiempo a
escribir una breve reflexión que quería hacer. El día 2 tuve el placer de impartir un módulo en el
Máster en dirección y gestión de personas de la facultad de relaciones
laborales de la UDC. Llevo tres años participando en este Master y tengo que
decir que tiene un alumnado que impacta a cualquier docente. En primer lugar
por su motivación ante los retos per o también por su forma de ver la vida como
un proceso de crecimiento interdependiente.
La promoción del presente curso, como las anteriores, ha demostrado
una gran capacidad de escucha y empatía así como una fuerte cohesión a la hora de
realizar proyectos colectivos. A esto se debe sumar el hecho de que, a
nivel personal, se percibe una fuerte carga motivacional y emocional en la práctica
de todos los aprendizajes que les ofrece esta formación. Dicha carga, como dije
anteriormente, hace que el formador dé lo mejor de sí mismo. Cuando uno siente que
llega a sus destinatarios de su interior nace una fuerza que multiplica la
eficacia del acto educativo ante un interés recíproco por aprender.
El otro día el aula del Master se convirtió en un foro de aprendizaje
cooperativo en el que cada persona fue capaz de dar lo mejor de sí misma para
construir un objetivo común. Creo que este es el mensaje que llevan muchos
formadores tanto de Coaching como de Educación para la Paz. Es un mensaje adaptable
a todos los niveles educativos que no podemos cansarnos de transmitir porque en
la cooperación viene un futuro colectivo irrenunciable.
Educar para cooperar y construir un equipo significa creer
en un nuevo modelo social que forje huecos de inclusión para todas las
personas.
Quiero desearle toda la suerte a la actual promoción del
Master citado en la certeza de que sabrán crecer en interdependencia y buscar
el éxito colectivo en una realidad que nos pide a gritos cooperación y
aportación mutua para desarrollarnos como sociedad.
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